Hablemos de fetichismo — letraese letra ese

Director fundador | CARLOS PAYAN Director general | CARMEN LIRA SAADE • Director Alejandro Brito Lemus

SALUD SEXUALIDAD SOCIEDAD

ARCHIVO HISTÓRICO

Número

Usted está aquí: Inicio / 2025 / 01 / 09 / Hablemos de fetichismo
× Portada Guardada!

Hablemos de fetichismo


Cuando se escucha el término "fetichismo", mucha gente imagina a un individuo que sigilosamente se desplaza por las azoteas robando ropa interior femenina para masturbarse en su casa, donde vive solo pues, seguramente, es incapaz de relacionarse. Aunque en honor a la verdad, acciones de ese tipo, cada vez es más difícil realizarlas porque resulta casi imposible introducirse a un edificio ajeno y, por si fuera poco, casi nadie sabe donde ponen a secar su ropa interior las mujeres.

Para las mentes conservadoras, que rara vez descansan, y se solazan tratando de controlar el comportamiento ajeno, actividades como la antes descrita se convierten en excusas perfectas para despotricar contra todo aquello que no se realice como ellas determinan, señalan, advierten u ordenan.

La palabra proviene del portugués “feitiço”, que significa “hechizo”, y resulta muy adecuada porque el fetichista queda hechizado, encantado o cautivado con un determinado objeto, al que le confiere significados especiales y muy particulares.

En 1886, Richard von Kraft-Ebing publicó “Psicopatía sexual” (1886), en ese texto que es un clásico, consideraba que todo acto sexual debía estar encaminado hacia la reproducción, si el propósito de los individuos era otro se decía que cometían perversiones, desviaciones o aberraciones.

Pero ojo, por esas mismas fechas y latitudes, Freud definió la conducta sexual infantil como polimorfa y perversa; lo de polimorfa aludía a las muy variadas formas existentes para expresarla, y lo de perversa a que fuese cual fuese el comportamiento, nunca terminaría en reproducción.

Para redondear la idea, tomemos en cuenta que una religión está en todo su derecho de imponer mandatos de ese tipo a sus seguidores, pero hablamos de la patologización del pecado cuando un grupo de médicos, tomó esas conductas y las clasificó como enfermedades, agregando que requerían tratamiento.

 

La palabra fetiche proviene del portugués “feitiço”, que significa “hechizo”, y resulta muy adecuada porque el fetichista queda hechizado, encantado o cautivado con un determinado objeto, al que le confiere significados especiales y muy particulares.

 

Fue hasta mediados del siglo pasado, cuando los términos perversión, desviación o aberración fueron clasificados como peyorativos, pues en vez de describir, calificaban. Por ello, fueron sustituidos por otros más neutros como “parafilias”, neologismo de John Money que, etimológicamente, significa “a un lado del amor”, un poco más suave, pero a un lado. Es algo así como lo permitiré porque soy muy magnánimo y te tolero.

En los años ochentas del siglo pasado en el Instituto Mexicano de Sexología, en vez de parafilias, hablábamos de expresiones de la sexualidad; afirmando que tales comportamientos existían en todos los seres humanos, es decir, eso significa que incluso tú los tendrías. Cualquiera de esas conductas podían manifestarse de forma no erótica o de manera erótica; ambas con distintos niveles, que iban desde la expresión cero o nada. hasta la de exclusividad, esta última significaba que sólo ese comportamiento funciona para obtener satisfacción sexual o el orgasmo.

Aquí va un ejemplo sencillo: la mayoría de las personas tienen un fetiche, basta revisar una bolsa femenina, para que aparte de las credenciales, indicadoras de que se es quien se dice ser, se encuentren fotos de alguien por quien experimentan afectos, obviamente traerá hasta de sus mascotas. Los hombres no se quedan atrás, ellos traen fotos en sus celulares, algunas de las cuales pueden ser tan comprometedoras, que incluso han causado separaciones y hasta divorcios. Pero regresando al ejemplo, no faltan taxistas que cuelgan del espejo retrovisor el zapato de su criatura; esos objetos tienen un simbolismo específico, pero no erótico. También son fetichistas quienes usan amuletos o guardan imágenes a las que atribuyen poderes, la mayor parte de las veces sanadores, aunque no falta quien pueda traer la de La Santa Muerte.

En el terreno erótico, fácilmente recordaremos al joven que robó las pantaletas de una hermana, prima o vecina y se masturbaba con esa prenda, viéndola, oliéndola o hasta portándola.

Sin decir que eso es patológico, existen un par de cuestiones dignas de ser tomadas en cuenta:

  1. Puede darse el caso (muy raro) de que el sujeto se sienta mal con su comportamiento y pida ayuda.
  2. En ocasiones serán otras personas las que reaccionen de diversas maneras, con agresiones o denuncias, por ejemplo, al sorprender al individuo que dejó sin tangas a las vecinas de su condominio. Idealmente, la persona que realiza tal actividad debiera ser canalizada para recibir tratamiento, sin embargo, lo más factible es que se le agreda o denuncie, imponiéndole un castigo, o una mordida.

Como se mencionó antes, rara vez las personas con rasgos fetichistas llegan a consulta por su propia voluntad. Si alguien efectúa dicho comportamiento en exceso, es decir, si actúa compulsivamente, incumpliendo sus actividades cotidianas, lo más probable es tenga problemas familiares, escolares, sociales o legales, motivo por el cual, lo más conveniente sería acudir a terapia especializada.

Conviene tener presente que en ocasiones el individuo no se sentirá atraído por objetos, sino por partes del cuerpo de otra persona, en ese caso estaríamos ante un “parcialismo”. En relación a lo anterior, se cuenta que a finales del siglo XVIII el cabello era una de las partes favoritas, había ladrones de trenzas. Pero una de las partes corporales más descritas en la literatura erótica son los pies, pero no sólo aquellos por las cuales algunos chinos muy refinados morían, los pies pequeños. Dicha práctica fue prohibida porque lo que para ellos era un deleite para las niñas era un verdadero tormento y tortura; recuérdese que desde niñas les vendaban los pies de tal manera que los deformaban, bueno, para nosotros, porque para ellos adquirían una forma muy bella, sensual y erótica. Todavía pueden verse fotos de zapatitos que fueron diseñados para esos pies y son, quiérase o no, unas obras de arte. Por cierto, se denomina podofilia al fetichismo de los pies; el individuo que tiene tal fetichismo queda cautivado al verlos, olerlos o acariciarlos; alcanzando grados de excitación muy intensos con sus correspondientes orgasmos. La mayor parte de las veces se trata de una actividad consensuada, motivo por el cual no resultaría punible. Y es que en el ámbito de la sexualidad “se vale todo, siempre y cuando exista acuerdo, no se vale hacer algo en contra de la voluntad de otra persona”.

 

Stoller, un sexólogo muy destacado, tenía una frase por demás interesante: “Un fetiche es una historia disfrazada de objeto”; señalaba que el fetichista hacía una especie de resumen o de concentrado, al preferir a un objeto en lugar de a la persona.

 

La conseja popular señala que los hombres heterosexuales suelen fragmentar a las mujeres cuando las miran, destacando algunas partes del cuerpo femenino que llaman la atención con mayor intensidad: las nalgas, los pechos, las piernas, la cara, el pelo, y un gran etcétera.

Stoller, un sexólogo muy destacado, tenía una frase por demás interesante: “Un fetiche es una historia disfrazada de objeto”; señalaba que el fetichista hacía una especie de resumen o de concentrado, al preferir a un objeto en lugar de a la persona, eso de alguna manera facilitaba las cosas, pues en caso necesario robaba el objeto. Era un acto de empoderamiento donde el placer aumentaba, pues el objeto siempre estaría disponible para usarlo cuando y como se le antojara al fetichista, quien incluso podría destruirlo. Rodrigues, un sexólogo y buen amigo brasileño, menciona factores predisponentes, como la dificultad para establecer relaciones interpersonales o una pobre autoestima; aunque lo anterior puede ser tanto causa como consecuencia.

Los problemas en pareja aparecen cuando la conducta oculta es descubierta. Si al individuo, le gustan las tangas y su pareja descubre que tiene una colección de ellas, de inmediato elaborará infinidad de hipótesis que van desde “tienes una amante o eres trans”. La vergüenza de haber sido sorprendido dificulta dar respuestas creíbles. En cambio, si se arma de valor y le comparte a su pareja cómo le gusta realizar el acto sexual, es decir, usando algunas cosas, y ella se atreve a probar, esto puede disminuir la angustia, y en dado caso hasta enriquecer el encuentro sexual. No obstante, siempre existirá la probabilidad de que ella se niegue.

Visto con calma quizás coincidamos en que “el fetiche no es tan problemático como el metiche que se mete en lo que no le interesa”.

Nota: si al comprar zapatos te atienden muy bien y hasta masaje te dan, confío en que no tengas malos pensamientos, quizá sólo se trate de alguien que quiere brindar un buen servicio. Ahora que si entorna los ojos, respira agitadamente y de repente le sale lo religioso al son de “Oh dios mío, oh dios mío”, puede ser que estés frente a un podófilo, pero no hay de que preocuparse, por lo general no son agresivos, y quizá tú estarás haciendo tu buena acción del día.

 

* Terapeuta sexual. www.sexualogia.com

Comments
comentarios de blog provistos por Disqus