El espectro de la asexualidad
Durante las últimas décadas, desde la Revolución Sexual de los años sesenta del siglo pasado, se ha defendido el hecho de que el deseo sexual es intrínseco a los seres humanos, no solo en aquellos que cumplen con el requisito de un matrimonio o una unión civil. Aun en el caso del celibato o la abstinencia (cualquiera que sea la motivación), el deseo sexual no desaparece, solo se contiene. Sin embargo, muy poco se ha dicho acerca de aquellas personas que no sienten esos deseos, es decir, que son asexuales, circunstancia que no las hace menos humanas ni menos “completas”.
La asexualidad, definida como la ausencia de deseo sexual, sin importar la identidad de género o la orientación afectiva de alguien, es un tema que ha visto la luz en tiempos relativamente recientes. Y como todos los temas que conciernen a la sexualidad humana, cada vez se ha estudiado más y han surgido más voces que explican que la experiencia asexual no es solo una, sino que se trata más bien de todo un espectro.
La vivencia asexual
Es importante aclarar que ser asexual no significa vivir sin amor o afecto, tampoco implica una vida sin placer físico. La vivencia asexual se refiere específicamente a la atracción sexual hacia otras personas. Para algunas personas, simplemente no ocurre nunca; para otras, aparece en condiciones muy específicas o se manifiesta de forma tan esporádica que está muy lejos de la idea de un deseo “universal”.
Estas distintas formas de expresar la asexualidad conforman lo que hoy se denomina espectro asexual, donde cada persona puede sentir desde total ausencia de deseo hasta deseo sexual bajo o deseo condicionado por ciertas circunstancias.
Las identidades dentro del espectro incluyen categorías como asexual, demisexual, gris-asexual e "inquisitivo" o "inquisitiva" (traducción del inglés questioning). Aunque son etiquetas, no son clases rígidas, sino simplemente puntos de referencia para entender y nombrar experiencias que históricamente habían sido invisibles.
No obstante, cada vez es más común encontrar colectivos, redes y foros en línea donde personas que se identifican dentro de este espectro pueden compartir historias, resolver dudas y encontrar comunidad. Para muchas, poder ponerle nombre a lo que sienten —o no sienten— es un alivio que rompe con años de confusión y culpa.
Aunque muchas personas asexuales no sienten ninguna atracción sexual, esto no significa que rechacen el afecto o las relaciones de pareja. Dentro del espectro asexual, la intimidad, el amor y el deseo se viven de formas diversas que merecen respeto y visibilidad.
Diversidad invisible
Hablar de la ausencia de deseo podría hacer pensar que ser asexual significa odiar el sexo, pero esto está muy lejos de la realidad. Muchas personas asexuales mantienen relaciones de pareja, construyen familias y hasta disfrutan de prácticas sexuales, aunque no experimenten atracción sexual como la mayoría.
Dentro del espectro, el término asexual se emplea para describir a quienes no sienten atracción sexual hacia nadie, sin importar género o características. Sin embargo, entre las personas asexuales hay quienes disfrutan de la masturbación, de mirar pornografía o de las fantasías eróticas. La asexualidad, entonces, no excluye el goce del propio cuerpo.
Por otro lado, la demisexualidad describe a personas que solo experimentan atracción sexual cuando existe un vínculo emocional profundo con alguien más. Para alguien demisexual, el afecto y la intimidad emocional son la llave para entrar a la la intimidad física. Sin esa conexión, simplemente no surge el deseo.
La asexualidad gris (llamada en inglés gray-asexuality) es una especie de zona intermedia que agrupa a quienes solo sienten atracción sexual en circunstancias muy puntuales, de forma poco frecuente o difícil de prever. Para algunas personas, esta atracción puede surgir una sola vez en la vida, o solo hacia alguien muy específico.
Finalmente, están quienes se identifican como inquisitivos, un término para nombrar a quienes todavía se encuentran explorando si su vivencia respecto a la sexualidad encaja dentro de la categorías mencionadas o prefieren no etiquetarse todavía.
En un estudio reciente realizado en Italia, con más de mil personas voluntarias, se encontraron algunos patrones de fantasías y deseos sexuales. La investigación, publicada en la revista científica Archives of Sexual Behavior, registró que las personas asexuales reportaron niveles de deseo sexual mucho más bajos que los otros grupos dentro del espectro, excepto cuando se trataba de emociones negativas ligadas al deseo. Quienes se identificaron como demisexuales, en cambio, mostraron mayor frecuencia de fantasías románticas y sexuales.
Este estudio, liderado por el psicólogo Filippo Nimbi, es solo una muestra de que la sexualidad (y la asexualidad) es dinámica, cambiante y profundamente personal.
Ser demisexual o asexual gris rompe con la idea de que el deseo es una llama súbita e incontenible. Para muchas personas, la conexión emocional es requisito para sentir atracción o mantener una vida erótica.
La complejidad de la atracción
Para comprender mejor el espectro, hay que saber que no es lo mismo no sentir atracción sexual que rechazar el sexo por completo; tampoco es igual necesitar un fuerte lazo emocional para sentir deseo que no sentirlo nunca.
De hecho, hay personas asexuales que pueden mantener actividad sexual sin que esto represente en absoluto un sacrificio, simplemente es algo que no se interesan por iniciar o que no echan de menos cuando no está presente en sus vidas. Los testimonios expresados en diversos espacios, como entrevistas o foros de discusión en Internet, indican que quien es asexual está consciente de que otras personas conciben el sexo como una forma de cercanía, vinculación y placer, por lo que se involucran en él para compartir ese espacio con alguien significativo, pero no ven ese lazo como algo fundamental en sus relaciones afectivas.
No está de más decir que las personas asexuales pueden ser también gays, lesbianas, heterosexuales o bisexuales, así como trans, no binarias o cisgénero.
Comprender la variedad de vivencias tiene como finalidad evitar prejuicios que pueden causar daño emocional a esta población. Muchas personas dentro del espectro dicen haber escuchado comentarios como “eso se te va a pasar”, “seguro es por un trauma” o “solo necesitas a la persona indicada”. Estas frases invalidan realidades legítimas y refuerzan la idea equivocada de que todas las personas viven la sexualidad de la misma forma.
Al igual que ha sucedido antes con otras identidades o expresiones de la sexualidad, la presión social puede llevar a que alguien que es asexual trate de encajar en las expectativas normativas, lo cual le puede provocar angustia, relaciones forzadas o culpa. En una cultura como la actual, que ensalza la sexualidad y erotiza tantos productos de consumo, las personas que no sienten atracción sexual podrían sentirse excluidas o "incompletas".
Una oportunidad de aprender
Reconocer la asexualidad como vivencia real puede significar una oportunidad para la gente no asexual, ya que invita a cuestionar la forma en que se construyen las propias ideas de deseo, amor e intimidad. No todas las relaciones deben pasar por el sexo para ser plenas. De hecho, muchas personas asexuales afirman haber construido vínculos afectivos profundos.
El espectro asexual también es un recordatorio de que el consentimiento no es negociable. Algunas personas asexuales pueden elegir tener prácticas sexuales para compartir intimidad con su pareja o para lograr un embarazo, pero esto debería ser siempre una decisión tomada libremente. Hay quienes, en cambio, prefieren no tener sexo en absoluto, y ambas posturas son igual de válidas.
El tema de la asexualidad ha estado oculto por años, pero gracias al espacio virtual, cada vez más gente se está identificando con estas experiencias, poniendo, por fin, nombre a lo que han sentido en silencio. Como en tantas otras experiencias de vida, saber que hay más personas viviendo lo mismo le da un nuevo sentido a las redes de apoyo.
Más allá de lo individual, la existencia del espectro asexual también llama a replantear las políticas de salud sexual. No todas las conversaciones deben girar en torno a anticonceptivos o infecciones de transmisión sexual; también es necesario hablar de consentimiento, autonomía y derecho a no tener relaciones sexuales si así se desea.