Las mujeres y la cumbre antiabusos
La cumbre contra los abusos sexuales de menores por parte de sacerdotes y obispos que se realizó a finales de febrero en el Vaticano tuvo como propósito sensibilizar a los 190 asistentes, presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo y representantes de algunas instancias eclesiales, sobre la grave situación que están viviendo los menores víctimas de pederastia para que se adopten con prontitud medidas eficaces para evitarla.
Tres días son insuficientes para enfrentar la marea inmensa, injusta y dolorosa de miles de casos; para dar cuenta de tantas vidas, de tantos males entretejidos con el amor y la solidaridad de amigos/as, familiares y activistas; para desahogar las denuncias acumuladas por décadas. La cumbre fue un alto en el camino de las autoridades eclesiásticas forzado por los miles de casos, la presión pública, las demandas, los titulares de los periódicos… Un alto que nos recordó que las víctimas siguen ahí.
La cumbre también permitió escuchar el rumor de un nuevo escándalo, quizás más complejo: el de las mujeres religiosas y laicas que han sido víctimas de abusos sexuales por parte de obispos y sacerdotes. Salió a la luz en los testimonios de dos mujeres en la cumbre y, antes de él, por palabras del mismo Papa. Son abusos que van desde humillaciones, golpes y amenazas hasta embarazos y abortos impuestos a la fuerza. Una mujer africana en un testimonio videograbado expuso que:
Desde que tenía quince años mantuve relaciones sexuales con un sacerdote. Esto duró trece años seguidos. Estuve embarazada tres veces, y él me hizo abortar tres veces. Simplemente porque no quería un preservativo ni un método anticonceptivo. Al principio tenía tanta confianza en él que no sabía que podía abusar de mí. Tenía miedo de él. Y cada vez que me negaba a tener relaciones me pegaba. Y como yo dependía totalmente de él en lo económico, sufrí todas sus humillaciones.1
Aunque el Papa aseguró que dar más funciones a las mujeres en la Iglesia no resolvería el problema de la pederastia, en la cumbre se expresó que la presencia de las mujeres es importante para enfrentar los abusos. Como manifestó una de las víctimas, sería más fácil confiar los testimonios personales a otra mujer. Una mayor participación eclesial de las mujeres rompería la complicidad masculina que se ha dado entre obispos y sacerdotes para encubrir todo tipo de violencia sexual contra menores y mujeres.
Los datos son claros para exigir una mayor participación de las mujeres, sobre todo, como las expertas han mencionado, porque ellas son víctimas, observadoras y protectoras de los menores. De los 190 asistentes a la cumbre, 10 son superioras generales de instituciones religiosas femeninas; de las nueve ponencias, tres fueron de mujeres, dos de ellas laicas, y de seis integrantes del comité organizador dos eran mujeres y laicas. Ante esta desproporción es entendible que las religiosas que asistieron valoraran mucho su participación porque es la primera vez que toman parte en una reunión de esta importancia, y que demandaran que se repita esta experiencia.2
1 Testimonios disponibles en: www.pbc2019.org/fileadmin/user_upload/presentations/21feb/Testi_del_Video_Testimonianza_SPAGNOLO.pdf
2 “Las religiosas exigen plena igualdad a los hombres en la Iglesia, y poder ‘votar en los Sínodos’”. Disponible en: religiondigital.org/vida-religiosa/religion-iglesia-religiosas-monjas-voto-sinodo-cumbre-abusos_0_2098590150.html.