Cassandro, la leyenda exótica — letraese letra ese

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Cassandro, la leyenda exótica

Lejana parece aquella década de los setenta, cuando en su natal Chihuahua, Saúl Armendáriz miraba la lucha libre por televisión. Ya adolescente, comenzó a entrenar en el gimnasio Josué Neri Santos. Allí, una amiga le preguntó si quería entrenar lucha libre. “¡No!, me van a poner una madriza”, contestó quien en un futuro tomaría el nombre de Cassandro.

Pero finalmente aceptó, y su entrenamiento no cesó hasta que pudo debutar en una lucha de mujeres, pues ya era conocida su orientación homosexual, sin embargo, optó por continuar con un personaje masculino por varios enfrentamientos más.

“Decían que era una jotilla, pero que luchaba bien y le echaba ganas”, recordó en una charla con Letra S, realizada en 2015. En esa ocasión, reconoció que el personaje no duró mucho porque estaban buscando a un “exótico”, como se llamaba entonces a los luchadores homosexuales o afeminados, y esa podía ser su oportunidad.

Volvió a debutar como Rosa Salvaje, nombre que modificó por el de Cassandro. Decidió que lucharía sin ocultar su forma de ser y su orientación sexual. Por eso, sus primeros vestuarios eran trajes de baño de mujer con mallas. Con el tiempo, pudo luchar en Tijuana, donde conoció a otros luchadores exóticos como Pimpinela, con quien, años después, hizo leyenda en el Toreo de Cuatro Caminos, al grado de disputar campeonatos y ser uno de los más solicitados en las carteleras.

Arriba del ring tenían que dejar a un lado la parafernalia exótica y ponerse a luchar “para salir al quite en los encuentros”. Eso no le impedía dar algunos besos a los rivales o hacer algunos ademanes sexualmente sugerentes.

Recordó que una vez, en un vestidor, mientras se maquillaban, pasó por el lugar Mil Máscaras y dijo en voz alta que parecía más un show travesti que una pelea de lucha libre. Ante esto, Mayflower, otro luchador exótico, le espetó que “se estaban preparando para enfrentarse a glorias como él”. La respuesta fue que eso esperaba, pues ya conocía a algunos y sabía que eran buenos luchadores.

El ambiente que provocaba en las arenas y su calidad luchística le dieron la oportunidad de luchar en Japón, Inglaterra, Estados Unidos –donde radica actualmente–, el Museo de Louvre, en París, y otros escenarios de Europa.

AUTOR

Leonardo Bastida Aguilar



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