Después de más de dos décadas de análisis sobre el funcionamiento de los sistemas políticos, sobre todo de Europa, pero sin dejar de lado lo que ocurre en otros puntos del planeta, la politóloga Chantal Mouffe resume que nos encontramos en un momento en el que se considera que la globalización neoliberal es insuperable, así como sus efectos colectivos e individuales.

A este estadio lo ha denominado como pospolítica, caracterizada por la existencia de una única oferta política de partidos de centroderecha y de centroizquierda, sin la posibilidad de una participación real del pueblo, en medio de una economía que ha generado mayores brechas de desigualdad y condiciones de precarización, y un panorama público en el que se está posicionando el populismo de derecha, quedándose de lado de la esfera pública las movilizaciones sobre cuestiones de género, diversidad sexual, ecología y antirracismo.

Sin duda, un panorama minado para las contrahegemonías y las resistencias, digno de análisis políticos profundos. Un pretexto ideal para la autora de más de 30 obras sobre escenarios sociopolíticos desde una perspectiva feminista para proponer nuevas rutas de entendimiento de los marcos de deliberación del poder y del ejercicio del mismo. Una de estas rutas, afirma, es la de la comprensión del impacto de los afectos en las decisiones políticas y en la conformación de identidades de corte ideológico, pues, en la ciencia política predomina la visión racionalista, cuyo fundamento es que las personas se adhieren a diferentes corrientes, con base en sus pensamientos y los postulados emitidos por las fuerzas políticas, pero se dejan de lado las empatías nacidas de las emociones y las sensaciones.

En su más reciente libro, El poder de los afectos en la política (Siglo XXI, 2024), Mouffle propone tomar en cuenta que las afiliaciones personales políticas pueden ocurrir por otra serie de circunstancias como los afectos comunes, y estos, se promueven a través de la repetición de los discursos y el fomento de ciertas formas de vida con los que las personas sienten empatía.

Por eso, ante los tiempos en que vivimos, la autora considera que el reto es promover los afectos hacia los valores democráticos para que las personas y las sociedades se inclinen más hacia la igualdad y la justicia social.